La impotencia de perder el patrimonio… y la tranquilidad

Por: Elizabeth Palacios

 

Bajaron las escaleras cascos en mano, iban a comprar un par de zapatos para el pequeñín pues sus pies crecen velozmente. Ya no fueron pues su vehículo de dos ruedas no estaba en su lugar. Él… un bebito de casi dos años que disfrutaba la ciudad montado en su sillita especial. Ella… una mujer, madre soltera, amante del ciclismo urbano y que, por increíble que parezca, cinco minutos antes había contestado la encuesta del Consejo Ciudadano por Internet diciendo que se sentía “segura en su casa y su colonia”.

Adios a mi bici

Adios a mi bici

 

Ayer por la tarde, aproximadamente a las 15:30 horas, fuí víctima de la delincuencia en la ciudad de México y nuevamente víctima de la impunidad y la falta de justicia al tener la intención de “hacer lo correcto”. Esta es la historia, mi historia urbana, escrita horas después del incidente:

 Bajé las escaleras después de haber estado toda la mañana en casa, escribiendo y escribiendo. Hoy no salí temprano como todos los días. Hoy fue un día diferente. Cuando estaba a punto de subir a mi bebé a su carreola me percaté de que mi bicicleta ya no estaba en su sitio, pero sí la cadena “de seguridad”  que solía sujetarla al barandal. Es un área común, un patio techado, el acceso al edificio. Varios vecinos y vecinas dejábamos ahí las bicicletas. De momento no pensé mucho.

 Salí, pregunté a los trabajadores de una cafetería vecina donde siempre todos son muy amables y que conocían bien la bici, nos veían cada domingo a mi bebé y a mi salir entusiastas con rumbo a Reforma. Uno de ellos me dijo tener la sensación de haberla visto apenas una hora antes, cuando entró al edificio. Eso me dio una esperanza. Recordé el relato de uno de los bicitekos que con el apoyo de la policía capitalina logró recuperar su bici pues avisó de inmediato a las autoridades. Tomé mi celular y marqué, pedí una patrulla. La policía no tardó ni 10 minutos en llegar. Los uniformados fueron amables, primero llegaron dos a pie, luego uno más en una patrulla.

 Entraron y coincidieron con mis deducciones, el ladrón tiene llaves del portón del edificio, intentó forzar la cadena y al no lograr romperla entonces debió haber roto el asiento de mi bebé, con alguna sierra pues no hubo ningún ruido, ni un pedazo de plástico, ni un rastro (claro que las huellas del ladrón deben estar en la cadena que aún sigue colgando del barandal, pero en México las huellas no sirven para nada).

 Me dijeron que ya habían avisado por radio, que iban a peinar la zona, con las características de la bici que yo les dije, que no me moviera de mi casa, que les diera dos horas a ver si la localizaban. Pero ese tiempo ya pasó y no tengo ninguna noticia. Se fueron y yo sentía que tenía que denunciar, sin esperanza de volver a ver a mi amada bicicleta retro.

 

Entonces bajó un vecino quien con una voz resignada y doliente me dijo “¿ya le tocó a usted? A las del 14 les robaron las suyas el lunes y la mía fue ayer” -¿No va hacer nada? Pregunté asombrada, la respuesta fue la de muchos mexicanos… ¿para qué?

 Al poco rato bajó otra vecina que me dijo con mucha certeza “ah seguro fue el tipo este que dizque cuida los coches”, le pregunté ¿el franelero tiene llaves del edificio?, su respuesta fue afirmativa, aunque dijo no saber cómo era que tenía acceso si era alguien completamente ajeno al condominio.

 Mi espíritu de periodista justiciera (como cariñosamente me llaman algunos amigos) me hizo tomar mi teléfono y llamar nuevamente a emergencias, pedía que volvieran los amables policías, que anotaran que el robo ya no era una casualidad o descuido sino un plan de profesionales que nos tenían bien vigilados y que además alguien estaba señalando a un probable responsable. La operadora se rió y me comunicó con su supervisor. Él me dijo, textualmente (o casi) “Mire una de las soluciones es que entre todos los vecinos se organicen para que tengan mayores medidas de seguridad, una malla ciclónica, un candado, eso a lo que Salinas de Gortari llamó Solidaridad”… Casi me daba un ataque ¿de qué demonios me estaba hablando este hombre?

 Le dije  que si no iban a mandar a los patrulleros entonces que me indicara cómo poner la denuncia, le dije que yo había escuchado que ya había forma de denunciar en forma anónima o por Internet pues yo tenia miedo de que al señalar al sospechoso éste tomara represalias. Su respuesta fue que llamara al número del Consejo Ciudadano de Seguridad Púbica. Lo hice.

 En dicho consejo me dijeron lo mismo, que tenía que ir al MP,  que ellos me iban a pedir que señalara al presunto responsable. Le dije de mi miedo por las represalias, me pidió confianza pues el MP me iba a dar medidas de protección. Colgué sin saber qué hacer. Son las 6 de la tarde y no he tenido el valor de ir a perder mi tiempo al MP. Se que eso es lo que se debe hacer, pero ¿engrosar las cifras me va a devolver la bicicleta o sólo me va a convertir en enemiga de quienes ya entraron a mi edificio?

 Mi hijo despertó, tiene fiebre. No iré al MP, debo llevarlo al doctor y quedarme con mi rabia e impotencia guardada.

PD.- En la noche hablé con las otras dos vecinas que también sufrieron robo de bicicletas. Me convencieron, iremos a denunciar, pero ya será después, total, solo será «para que haya un antecedente»… como si los millones de «antecedentes» intimidaran a estos pillos… pero haremos lo correcto, al menos nosotras, las víctimas. Si les ofrecen la bici de la imagen, no la compren, es robada…¡Me la robaron a mi!!